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Biografías, historias, textos y lecturas.

Juan José Arreola y la palabra ajedrez.

Parte de una recopilación de Gabriel Capó Vidal:

Se le explica al Maestro que al nombrársele una palabra deberá mencionar en forma libre, lo que le venga en mente. A continuación la trascripción de las preguntas y de sus repuestas.

 Ajedrez.

Sir Leonard Woolley descubrió tres objetos en la cuenca mesopotámica La Daga de oro Ur, el estandarte de la ciudad, el cordero preso entre las zarzas y un cuarto objeto igualmente maravilloso: el tablero de ajedrez de ocho casillas; la trampa mental de: el gambito de las 64 casillas. El ajedrez es la forma de conformarse del hombre para saciar su sed, su nostalgia de infinito, conformarse en hacer la guerra allí en un espacio limitado pero al mismo tiempo capaz de alojar al infinito.¿cuál es el infinito? Las infinitas complicaciones que crean entre si las piezas del ajedrez. El ajedrez es el único juego que vale la pena jugar porque nos sobrepasa, como las piezas de Shakespeare, las novelas de Dostoievski o los más grandes poetas de la humanidad que han hecho algo que se acerca a lo imposible, pero todos se quedan en el umbral. Me di cuenta de que el ajedrez es imposible para el hombre, está mas allá de su alcance. Las posibilidades de movimientos que se pueden hacer son verdaderas monstruosidades.

 ¿La edad del ajedrez?

El ajedrez tienes alrededor de seis mil años de existencia La palabra ajedrez ¡esa una cosa hermosísima! de las palabras mas antiguas y universales de la humanidad. El tablero que se encontró en la torre de Babel aparece después en Egipto, también allí se han encontrado piezas sueltas y una broma extraordinaria, en el papiro satírico de Siena aparece una caricatura que nada menos que esto: un león jugando al ajedrez con una gacela. Siendo la gacela la caza favorita del león. Tradicionalmente se atribuye el origen del ajedrez a la India, pero eso es imposible de demostrar en cambio en Mesopotamia y Egipto tenemos testimonios de ajedrez completamente remotos.

 La batalla.

El ajedrez se trata de un duelo de un hombre contra otro, donde lo que es la personalidad del hombre queda comprometida. Es el individuo el que mismo el que pierde o gana. Cada jugador lucha contra su enemigo interior que es su torpeza o sus hallazgos. El ajedrez apela a la condición humana en general: a la intuición, a la sagacidad, a la capacidad de concentrar nuestra intuición en un punto determinado de espacio.

 Creación.

El acto de la creación, cuando ésta es auténtica, resulta devorador. Yo temo y amo el amor y la literatura, los temo a los dos. De alguna manera, mi acercamiento a la mujer, y mi acercamiento a la creación literaria, están envueltos en el mismo temor.

 Las piezas del ajedrez.

Con los peones se ha llegado a sutilezas increíbles se les otorga especializaciones: el peón de caballo dama es labrador, el peón de alfil rey es tejedor. Al alfil lo podríamos calificar de jesuítico, de maquiavélico por que se mueve siempre de manera oblicua. El alfil ha sido considerado un ministro, en Inglaterra obispo, en Francia un juglar: el Fou: el loco. El alfil es el Fouche del ajedrez, avieso como político. La torre en cambio es un castillo, es recta sólida.

 Quimera.

A mi no me han importado en la vida las cosas que puedo hacer, me han importado las que nunca podré hacer. Ya estoy en vísperas de mi muerte y me doy cuenta de que tuve razón. Caí en la ilusión de la literatura pero no caí nunca en la ilusión del ajedrez, aunque yo llegara a jugarlo relativamente bien y a pesar de que ha sido el pasatiempo de mi vida, más que la literatura, incluso. Yo no he dedicado a la literatura ni la milésima parte de lo que he dedicado al ajedrez. Pronto me di cuenta de dos cosas: de que la literatura y el ajedrez son imposibles.

 Intuición.

En realidad el que me ha importado siempre más es el hombre de intuición, el hombre de la imaginación, el hombre que de pronto ve la posición y sintetiza y halla la jugada clave, la que deshace toda la estructura del adversario.

 Tablas.

Es el momento de la perfección. La única finalidad de una partida de ajedrez es hacer tablas. Que los dos jueguen tan bien que la partida tenga que ser irremediablemente tablas.

 La victoria.

El sentimiento de superioridad; parece un pensamiento nietzscheano; el prevalecer, de triunfar en la vida, triunfar en la partida. y ahí se ve que el hombre quiere ser esa criatura que desea ganar, que quiere verificar su persona a costa de la persona ajena. La sensación de ganar en ajedrez es una de las mejores afirmaciones de la personalidad.

 Steinitz.

Una pequeña ventaja de espacio, de posición, un tiempo; lo difícil que es entender lo que es un tiempo en ajedrez. Hay veces en que se pueden perder tiempos, hay que perderlos, y hay veces en que la ganancia de un tiempo es capital. También eso ocurre en la obra de arte. Donde las palabras tienen que ordenarse, las frases, las estrofas, como en la partida que tiende al equilibrio y a la armonía. Todo se va ordenando en la partida magistral.

 El ajedrez en México.

Tenemos una repugnancia original al ajedrez los mexicanos, por que el ajedrez elimina las circunstancias azarosas y nos compromete a una hazaña individual, nos obliga a una confrontación pura, sin recursos de fuerza física. Porque, fuera de que a usted le toquen blancas o negras, no hay mas posibilidad de azar en ajedrez. Porque no es azar que el adversario cometa un error, como no es azar tampoco que lo cometa yo mismo. Entonces todo depende del acierto o del error, y aciertos y errores son obras nuestras. Sólo sabemos jugarnos la vida a cara u cruz, águila o sol. Buscamos juegos donde el azar impere. Todo o nada y por esa razón es importante propagar el ajedrez en México.

 Enemigos.

El ajedrez se buscan unos a otros se necesitan mutuamente para confrontarse resolver la querella que significa lo antagónico Spassky y Fisher son ahora dos personas que no se pueden negar entre si que se necesitan , que se atraen para confrontarse , aunque se piensen enemigos acérrimos.

 ¿Los ajedrecistas se hacen solos?

Un craso error los niños deben ser iniciados en el ajedrez La orientación es fundamental, he sido maestro en varios talleres de literatura. He descubierto que la enseñanza es otra manera de crear.

 Las apuestas.

Miguel Nadjorf me confeso que en la eliminatoria del mundo, jugando con el campeón Botvinnik, se atrevió a deslizar un billete de mil dólares por debajo de la mesa para tentar a Botvinnik y este acepto la apuesta. La apuesta es corruptora.

 Ajedrez e infancia.

Mi padre jamás me enseño el ajedrez que el jugaba, hoy seria un hombre feliz y no tendría ningún problema literario, ni moral, ni amoroso si hubiera llegado a ser una gran ajedrecista. No, lo puede ser, aprendí a los 22 años, muy tarde. El Hombre que no aprende a jugar ajedrez de niño no será un gran ajedrecista.

  Los mayores goces los he tenido en el tablero y mis mejores logros como ajedrecista han sido fuera del tablero de ajedrez: cuando he logrado escribir algún pasaje de prosa que se parece a una serie de jugadas magistrales.

Fuente.

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El ajedrez nace al pie de la torre de Babel –símbolo de la desmesura, de la megalomanía, del delirio de grandeza humanos- como una especie de proposición: ¿quieres embarcarte en la aventura espacial más grande que tu razón pueda concebir?; ¿quieres agotar todos los recursos de tu imaginación?: yo te voy a proponer la trampa mental: el gambito de las 64 casillas. En un espacio limitado de ocho casillas por ocho, que pueden ser de un centímetro o de un metro, el hombre encuentra y captura el infinito.

 Pensemos en la pareja que preside la creación: Adán y Eva. Pensemos en la pareja del rey y la reina en el tablero de ajedrez. Ese tablero de casillas pares trata precisamente de impedir, como lo hace también la teoría duodecimal, que nos vayamos al non, a lo que representa al fin y al cabo un ángulo de soledad. Siempre que hablamos de números pares, hablamos de acompañamiento. Y aquí podría encontrarse una explicación al porqué el pueblo mexicano ha manifestado a lo largo de su historia una cierta repugnancia al ajedrez. Nos repele un juego que se basa en números pares. Los mexicanos queremos seguir siendo nones; es decir: abandonados.

 El tablero que se encontró al pie de la torre de Babel aparece después en Egipto y se habla de una reina de la decimoctava dinastía, tan aficionada al juego del ajedrez, que pide ser envuelta en un sudario de dieciséis casillas; en los relieves se advierte la imagen de dos personas que juegan sobre un tablero con piezas verticales, no con fichas, ¡con piezas erectas! También se han hallado en Egipto piezas sueltas y una broma extraordinaria: en el papel satírico de Siena aparece una caricatura que es nada menos que esto: un león jugando al ajedrez contra una gacela. Siendo la gacela la caza favorita del león, la ilustración parece significar que se la esta “pichoneando”, a la mexicana.

 Por razones psicológicas hay personas que mueven mejor los alfiles que los caballos. Un audaz preferirá jugar con caballos. Una persona prudente tratará de cambiar de inmediato la dama, los alfiles y los caballos para jugar con torres.

 Alguna vez soñé en componer una antología universal del ajedrez en la literatura y en la historia. Luego me di cuenta de que necesitaría un equipo de veinte o treinta personas distribuidas en el mundo. Imposible.

 Ésta es la más noble de las luchas y no se apela necesariamente a la inteligencia, que se ha puesto como la condición más alta del hombre, aunque para mí no la es. El ajedrez apela a la condición humana en general: a la intuición, a la sagacidad, a la capacidad de concentrar nuestra intención en un punto determinado del espacio. Pero no basta solamente eso. Hace falta también la capacidad de análisis de cada situación, porque apenas un jugador mueve una pieza, se altera el espacio. Igual que en el espacio cósmico, en el ajedrez ocurren desplazamientos de masas que se oponen y crean tensiones y distensiones entre sí.

 Muchas personas que no consideramos inteligentes juegan maravillosamente al ajedrez. Artesanos, sastres, peluqueros.

 Es necesario propagar en México, entre niños y jóvenes, el ajedrez. Porque somos un pueblo radicalmente inestable. Somos hijos de un padre que siempre ha tratado mal a su madre y nunca hemos sabido tomar una opción, lo que se dice una opción. Sólo sabemos jugarnos la vida a cara o cruz. En un pueblo donde el azar impera, donde se dice: “mira, no te lo doy en tanto ni en tanto: un volado, todo o nada”, y el “si me han de matar mañana” y el “yo aquí, yo allá”, tenemos una repugnancia original al ajedrez, porque el ajedrez elimina las circunstancias azarosas y nos compromete a una hazaña individual, por que nos obliga a la confrontación pura del ser ajeno con el nuestro sin recursos de fuerza física. Por todas esas razones es importante propagar en México el ajedrez.

 Puedo decir que no soy un ajedrecista bueno, pero sí un ajedrecista famoso. Como presidente de la Federación Mexicana de Ajedrez coadyuvé a unir los dos bandos en que estaba dividido nuestro ajedrez nacional –no sé quién blancas ni quien negras-: La Federación Mexicana de Ajedrez y la Federación Provincial de Ajedrez. El ingeniero Elizondo era el presidente de la Provincial y yo de la Mexicana. Al fin nos dimos la mano y parece que ya unimos, para siempre, las piezas antagónicas del ajedrez en México.

 Vicente Leñero.

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Relata Homero Aridjis:

Por esta pasión por el juego, no fue extraño que en 1962 promoviera la gira por México de Tigran Petrosian, campeón mundial de ajedrez, y de Paul Keres, subcampeón. Mientras los campeones jugaban más de cuarenta tableros en simultáneas, Arreola, que había tumbado su rey sobre el tablero a las primeras de cambio frente a Petrosian,

supervisaba el juego de aquellos que aún resistían los embates de los grandes maestros. Mas su orgullo fue enorme cuando acompañó a Petrosian a Teotihuacan y lo vio ascender la pirámide del Sol. “¿No subió usted con él, maestro?”, se le preguntó. Con ojos angustiados se me quedó mirando, y dijo: “De ninguna manera, me quedé en el suelo exhausto con sólo verlo subir”. Esa respuesta bastó. Arreola era conocido entre nosotros tanto por sus agorafobias y claustrofobias como por sus cuentos y su arrebatada elocuencia.

 Fuente.

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